Las Hadas de la Hojarasca

Bajo las raíces de los arboles viven las hadas de la hojarasca, en mansiones construidas con raíces y tierra, conservando en los corazones de estas su cosecha de hongos y setas. De ellas se alimentan durante todo el año y con ella siembran la siguiente cosecha con las primeras lluvias del otoño.

Los humanos a veces las perciben en su aliento de vaho, en las primeras láminas de escarcha y en el viento que arranca las hojas amarillas de los árboles.

Ellas están detrás del amarillear de los árboles, ellas les recuerdan a sus enormes amigos que para crecer y sobrevivir al invierno deben renunciar al verdor, sacrificar la belleza para fortalecer su núcleo de madera y savia.

Ellas toman las hojas secas para sembrar sus cosechas de setas y hongos. También toman la hojarasca para realizar su ropa, sus ajuares de cama y otras cosas para sus hogares. Dicen que estas obras de color dorado y rojizo no tienen nada que envidiarle a las obras de sus hermanas primaverales.

Sus rostros son pálidos como las primeras las primeras luces el día, sus cabellos ramitas secas, sus manos son ásperas como la corteza del roble y sus corazones valientes como los del ciervo durante la berrea.

Con sus cuernos de caza llaman a la lluvia, al trueno y las primeras heladas, ellas llaman a la escarcha. Cabalgan sobre las brisas descontroladas del otoño, bandeando los pequeños vendavales.

Ellas tienen una importante misión que enseñarle a la humanidad, la necesidad de cerrar ciclos, de sacrificar partes de nosotros para poder crecer y evolucionar como hacen los arboles. Ellas nos enseñan que debemos dejar nuestras hojas para profundizar nuestras raíces, fortalecer nuestra corteza y crecer.

No todo cambio es malo, no toda perdida nos debilita, esa es su enseñanza.

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