
Viste ropas de color blanco y carmesí, los mismos colores que portaban los sacerdotes de la vieja Grecia, y como ellos ha sido iniciado en los misterios. Su mirada a enfrentado el enigma de la esfinge y se le ha permitido consultar el oráculo y renacer como quien es ahora.
Frente a él hay un altar, los elementos sobre él son el símbolo de los elementos que componen la naturaleza. El agua, a través del cáliz, símbolo de los mares que son el vientre a través del que se dio a luz la vida en la tierra y que representan la profundidad de nuestras emociones. La espada, que representa el aire que da fuerza a nuestras palabras y que es tan afilada como el intelecto. Un plato de oro con una estrella de cinco puntas en su interior representa a la materia, los átomos de todo lo creado y que en su interior son regidas por la divina proporción.

Lo que es arriba es abajo y lo que es abajo es arriba, dicta la ley.
Y el la conoce...
Aunque hay quien dice que su poder le ciega, que su poder le ha generado una necesidad de control que le impide ver mas allá de él, de sus necesidades, de sus deseos... Que el poder le ciega y ya no respeta a nada ni nadie, no le importa que alguien salga herido sin con ello obtiene su fin.
Para otros su poder va contra natura y es obra del demonio.
Y los mas escépticos nos dicen que su poder no es real, que lo único que vende son palabras bonitas, humo, juegos de espejos y una ilusión fruto de la superchería.
Pero a él en ese momento lo que otros le digan no le importa, nada fuera de lo que tiene en su mente en ese momento le distrae, ni siquiera es consciente de que nosotros le espiamos. Para el solo existe el ahora, su ahora.
Sus palabras nacen de sus labios, sonoras y potentes rompen el silencio. No son palabras simples, banales... son palabras sagradas, palabras de poder, palabras reservadas para los iniciados y que para nosotras aun son un misterio.
Realiza un gesto secreto, abre los ojos, vuelve a la realidad material, el ritual ha terminado.
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